EL BRUSQUERO

 EL BRUSQUERO


Todo comenzó por una manda prometida y no cumplida. Para todos era conocido que en el cantón 24 de Mayo, en sus parroquias y recintos, así como en todo Manabí, la creencia de prometer algo antes de la cosecha de café a la misma tierra, o al santo patrono de su devoción.

Tres meses antes de la cogida de café, allá por los meses de febrero o marzo se hace la manda, para con tiempo prepararse para la cosecha; estos ofrecimientos deben de ser muy personales, y Pantaleón Piguave era uno de tantos campesinos de la parroquia Novoa que tenía cafetales por montones; pero éste a pesar de tener su dinerito guardado bajo el petate, era tacaño y borracho.

Parece que por esos días se fue borracho a ofrecer la manda dentro de su cafetal a la misma tierra y a su santo; pero por su estado de embriaguez que andaba se le olvidó su ofrecimiento, o por coñudo no la quería cumplir. Ese año fue muy especial la cogida del grano de oro, como lo llamaban en aquellos días al café. Eran los primeros días de julio y Pantaleón Piguave ya había cogido cualquier cantidad de café, una fortuna, que todos los vecinos se admiraban de la abundancia de la cosecha que se sacaba de aquella finca. Los amigos le decían, -Pantaleón paga la manda-, pero como siempre andaba borracho no hacía caso. Cierta ocasión Pepe Catagua y Pantaleón se fueron a una fiesta al sitio Las Pajitas cerca de Novoa; camino de regreso a sus casas, de lo borracho que estaban, Pantaleón le pidió a Pepe Catagua que se adelantara porque él iba a hacer aguas.

Pepe siguió caminando y cuando Pantaleón se prestaba a orinar, de un pequeño brusquero, un hombre que estaba dentro le pidió que lo ayudara a salir y que le prestara la mano porque estaba preso en la hojarasca que allí había; Pantaleón gustoso le dio la mano para que salga, pero en ese instante el hombre lo jaló al hueco, llamado también brusquero.

Pantaleón ve como aquel hombre se hundió en la hojarasca y comenzó a jalarlo del pie y no lo soltaba; él se agarraba de las paredes y de una raíz que sobresalía de un árbol, comenzó a gritar en la oscuridad de la noche, y a medida que los minutos pasaban veía que el brusquero se hacía más y más profundo. Pepe Catagua al ver que su amigo de chupe no venía, decide regresar en su busca.

En eso escucha los gritos desesperado que daba Pantaleón, corrió y se da cuenta que su amigo estaba metido en aquel brusquero, treinta metros abajo; con el foco de mano que cargaba Pepe Catagua quiso alumbrar para ubicarlo bien, pero a pesar de que las pilas eran nuevas, este no alumbraba nada; desesperado con su machete que nunca lo dejaba, Pepe rápidamente se dirige a un inmenso árbol de mata palo que había cerca, desgarra una rama bien larga y se la avienta para que Pantaleón la agarrara de una punta y de la otra él comenzar a sacar a su amigo.

Pero Pantaleón gritaba, porque aquel ser lo sujetaba del pantalón y no lo dejaba subir; Pepe por otro lado le decía “carajo, deja a mi amigo”, Pantaleón en una de esa, con todas sus fuerza patea a aquel hombre y se suelta y comienza a subir, ya la borrachera con todo eso se le había pasado, que ni bien salió del brusquero Pepe y Pantaleón salieron corriendo de ese lugar.

Al otro día Pantaleón y Pepe se reunieron y fueron derechitos a la Iglesia a pagar la manda, y como no se acordaba qué había ofrecido, le dejó al curita una buena cantidad de dinero; después se fue sólo hasta su cafetal y se arrodilló en medio de la finca, pidiendo perdón a la naturaleza y a su tierra; a lo lejos vio que estaba un hombre mirándolo detrás de un naranjo, era el mismo ser que le pidió que lo sacara del brusquero; lo miró bien y en ese instante se desapareció; recordó su ofrecimiento, había hecho una manda en memoria de su padre muerto, que iría hasta la tumba de él, a limpiarla y pintarla.

No le importó nada, en ese instante salió caminando a prisa hasta el pueblo de Novoa, buscó a su amigo Pepe Catagua y se lo llevó al cementerio. Con machete en mano comenzó a limpiar la tumba de su padre, quemando toda la hojarasca; mandó a Pepe a comprar pintura y brocha y pintó la cruz de su padre. Ya por la tarde, después que terminó de cumplir su manda, se arrepentía del fuerte billete que le había dado al curita.

*Pantaleón nunca más entró a su finca borracho, por el miedo de ofrecer algo y después no acordarse.

AUTOR: (PIGUAVE, 2017)


ANÁLISIS

VALOR

Honradez: aquí nos muestra como hay personas que les gusta llenarse de fortuna pero no les gusta pagar por ello.

MENSAJE

Siempre debemos pagar nuestras deudas para vivir tranquilos.

CULTURA Y REGION

Este mito pertenece a la cultura  Manteño Huancavilca y a la región Costa.

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