EL CABALLO
NEGRO EN EL RÍO
Más
allá del cantón Chone ahí mismito en la montaña de La Garrapatilla en una
ocasión, cuando se celebraban las vivas como parte de las fiestas religiosas
del sector se le pidió a un mocoso hacer un mandado, a cambio de que cuando
regrese se le permita hacer un disparo, sí señor. El condenado muchacho bien
mandado aceptó la oferta tan solo con el interés de disparar, ¡que mocoso este!
Pero él sabía que hasta donde tenía que ir caminando era bien lejos, en fin el
que quiere celeste que le cueste.
Al
dar varios pasos recordaba los consejos que los mayores hacían, es que en
aquellos tiempos se veían en el campo cosas malas, decían y contaban que de
noche se tropezaban con gallinas negras y pollitos caminando todos en fila
india cerca de la mancha de caña que está junto al río; otros se encontraban
con un inmenso perro negro; con bultos en medio de la trocha que había; ver al
mismo diablo cabalgando y más espantos que cualquiera se arrepentía de deambular
de noche por esos lados.
Pero
a Francisco como se llamaba el mocoso, corría con el galón de vidrio vacío,
como alma que lleva el diablo. Llegó hasta donde tenía que comprar el trago y
dijo patitas pa´ que te tengo, y de regreso caminaba y corría tratando que la
noche no le caiga en su espalda. Pero él recordaba todo lo que le habían
contado sobre las apariciones, él creía ver la gallina con los pollitos, al
diablo cabalgando, o al perro negro gigante; en ciertos tramos ni abría los
ojos, se imaginaba todo tipo de susto. Estando cerca del río se le presenta un
señor grande, bien grande, montado en un caballo negro, portando dos pistolas y
en su cintura tenía una canana con cualquier cantidad de balas, fumando un gran
cigarro que lo movía de un lado para el otro de su boca, con sus dientes
blancos y una pinta de oro en uno de ellos.
Francisco se quedó tieso no podía ni moverse,
aquel señor hincó con sus espuelas brillantes al caballo y se fue del lugar.
Francisco fue auxiliado por dos mujeres vestidas de negro que pasaban por el
río. Estas mujeres le aventaron un poco de agua en la cara y Francisco al
verlas de negro pensó lo peor, así que salió corriendo del lugar, corrió hasta
que llegó con el galón de trago en la mano, gritaba que él había visto al diablo
y a dos muertas vestidas de negro en el camino, las personas que lo escucharon
a Francisco, algunos se persignaron, otros se reían, otros no le hicieron caso.
Al rato se le fue el susto y pidió que le paguen el mandado, cogió un revolver
que le dio don Falcones y disparó su tiro, que le costó un susto y una corrida.
Cuando
ya estaba calmado y alegre vio en medio de la gente al señor del caballo, aquel
que creía que era el mismo diablo, más a la derecha divisó a las dos mujeres
vestidas de negro, sacó conclusiones, que no era el diablo, ni las muertas, el
susto que llevaba lo había hecho ver visiones. Francisco recuperó su color,
pero las vivas que se escuchaban y el jolgorio que había en Garrapatilla
hicieron que se olvidara por lo que pasó. A partir de aquel día Francisco ya no
se asustaba fácilmente.
AUTOR:
ANÁLISIS |
VALOR El muchacho era muy asustadizo y la imaginación lo
traicionó. |
MENSAJE Jamás debemos dejarnos llevar por la imaginación
porque por eso puede ocurrir accidente. |
CULTURA Y REGION Este mito pertenece a la cultura Manteño Huancavilca y a la región Costa. |
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