Mi pueblo
era cubierto de árboles frondosos: guasangos, tamarindos, ceibos, frutales,
etc. Era un Edén primoroso; no habían calles, sino caminos donde se
encontraban silbatos de barro, ollas fragmentadas y otras cerámicas.
Nuestro
pequeño pueblo disfrutaba aún de noches a oscuras. Contaban mis bisabuelos, que
había un jinete que cabalgaba en un caballo blanco con silla de montar; que,
expuesto a la luz de la luna, tenía un brillo reluciente y dejaba escuchar en el
silencio de la noche, profundos sonidos de campanillas.
Cuando hacia
su aparición, llegaba al sector de la albarrada en el barrio Rocafuerte, como a
las doce de la noche; ahí tendido sobre la tapa de un pozo, descansaba, luego
de un largo rato se retiraba por el mismo sendero por el que llegó.
Su presencia
en el pueblo era un presagio de muerte. Alguien tenía que morir. Efectivamente,
a los pocos días, determinada familia se vestía de luto por el fallecimiento de
alguno de sus miembros.
AUTOR:
ANÁLISIS |
VALOR No debemos dejarnos llevar por las situaciones que
suceden ni convertirlas en supersticiones. |
MENSAJE Que a veces nos dejamos llevar por la imaginación o
lo llamamos destino, cuando todo lo podemos combinar si ponemos de parte y
dejamos de creer en cosas que divulgan los demás. |
CULTURA Y REGION Este mito pertenece a la cultura Manteño Huancavilca y a la región Costa. |
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