EL SILBO DEL DIABLO
Cierta
ocasión allá en Bonce adentro del cantón Santa Ana, había un incrédulo, de
nombre Tomás, que no le gustaba que le hablaran de nada de lo que eran
apariciones de muertos o del diablo.
Esta
persona no creía ni tenía miedo a nada. A sabiendas de todo esto sus hermanos y
amigos le hacían juegos, para ver si era cierto que nada lo asustaba. Cierto
día que Tomás estaba en Santa Ana en un velorio, sus amigos y hermanos lo
esperaron en un gran árbol de samán, aquél que estaba casi a mitad del camino,
cuyas ramas sobre caían y tapaban la carretera; ese samán de noche con luna
llena reflejaba sombras que asustaban al más varón de aquellos días; buscaron
un ataúd viejo en el cementerio y lo alzaron en una de las ramas del viejo y
frondoso árbol…
Se
escondieron, no muy lejos esperando que su amigo y familiar regrese; pasaron
varios minutos, ellos trepados en sus caballos, de repente se comenzó escuchar
el galopar de un caballo, por la ropa que traía sabían que era él, y se
prepararon con el ataúd; cuando Tomás estaba cerca, casi debajo del árbol de
samán, jalaron el ataúd con el deseo de que se le aparezca en el camino, pero
Tomás paró a raya su caballo y comenzó a gritar lleno de coraje, sabía que era
broma de sus amigos y hermanos, en ese instante gritó, ¡Miren carajo, yo no
creo en muertos, ni en demonios, ni en nada, así que no me jodan!... Salieron
todos a su encuentro y le dijeron a su querido amigo que no se preocupara que
era la última broma que le hacían, era la última vez que ellos querrían
asustarlo; cogieron sus caballos y se prepararon para avanzar hasta Bonce
adentro, su amigo Tomás el incrédulo, cabalgaba delante de ellos. Al poco rato
se escuchó un silbo fino que causó temor entre los que iban a caballo; uno de
ellos habló: ¿Escucharon eso muchachos?, ¡Para mí que fue el silbo del diablo
que se escuchó!… el incrédulo Tomás que iba adelante también había escuchado el
silbo, pero éste parecía que estaba hipnotizado o poseído por el silbido del
diablo, porque en ese instante dejó la carretera, y con caballo y todo se
adentró en la montaña, por una piñuela avanzaba haciéndose daño.
Sus amigos y hermanos seguían a Tomás y le gritaban, pero este no contestaba;
todos estaban con miedo, decían que el diablo se lo iba llevando, avanzaba con
caballo y todo entre ramas filudas que cortaban y una neblina que segaba; en
eso se escucha una voz, era uno de los hermanos de Tomás que le gritó al
diablo: ¡por Dios deja a mi hermano y llévame a mí!...
Recién
en ese momento aquel silbido que hipnotizó a Tomás y que seguía escuchándose,
se dejó de escuchar, y el incrédulo Tomás medio atontado y todo raspado, con su
caballo mallugado, cogió las riendas y dio la vuelta, más atrás estaban sus
amigos y hermanos esperándolo, ya el silbo nadie de los presentes lo escuchaba.
Comenzaron
a salir de donde estaban, con el amanecer vieron el camino de regreso, pero su
querido amigo y hermano Tomás a partir de ese día, dejó de ser incrédulo y por
respeto, o por miedo no volvió a cabalgar de noche sólo por aquellos caminos
que conducen a Bonce adentro del cantón Santa Ana.
ANÁLISIS |
VALOR En ésta leyenda se habla sobre el respeto o temor a
entidades sobrenaturales. |
MENSAJE Tenemos que aprender a respetar las cosas
sobrenaturales como espíritus entre otros . Mantenernos al margen para evitar
encuentros espeluznantes. |
CULTURA Y REGION Este mito pertenece a la cultura Montubia y a la región Costa. |
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